Desde los debates por la norma de paridad en las elecciones del organismo —implementadas de manera transitoria hace ya cinco años— hasta las discrepancias por la colegiatura obligatoria y el debate constitucional, el nuevo presidente del Colegio de Abogados, Pedro Pablo Vergara, ha estado en todos los últimos episodios relevantes del organismo en la última década.
El también histórico socio del litigante Pablo Rodríguez en la oficina Rodríguez, Vergara y Cía. y profesor de Derecho Civil en la Universidad del Desarrollo se ha convertido en algo así como una institución al interior del gremio: desde 2011 es consejero e incluso fue vicepresidente en 2018.
Y ahora, tras obtener la primera mayoría en las elecciones de julio pasado, se esperaba que asumiera el liderazgo en la primera línea, pero por un acuerdo interno de la lista gremial —de centroderecha y a la que Vergara pertenece— se decidió que Ramiro Mendoza fuera reelegido como presidente del organismo para que completara los meses que le faltaban para los dos años que dura el cargo y que, en su caso, se habían visto desfasados por la pandemia.
Hace unas semanas el excontralor comunicó su renuncia a la presidencia y en la sesión siguiente del Consejo se eligió a la nueva directiva, dirigida por Vergara y secundada por la vicepresidenta Soledad Recabarren, ambos de la lista gremial. Aunque varios consejeros propusieron compartir la mesa, se acordó estudiar futuros cambios a los estatutos en ese sentido: “Están todos de acuerdo en que tal como está hoy día no está funcionando bien, que nos ha creado problemas, entonces hay que buscar mecanismos que lo mejoren”.
Los sistemas que hay no son perfectos, pero obligan a una cierta negociación, obligan a algo que creo finalmente es mejor que la designación singular, por llamarlo así. Si comparamos designaciones colectivas con designaciones singulares, prefiero las colectivas.
Ahora, estas últimas, como se están haciendo, que están funcionando mal, estoy de acuerdo y coincido en que ha desincentivado, sin lugar a dudas, a gente que podría haber sido muy buena para el cargo, pero que no ha querido correr el riesgo del escarnio público.
“En la medida que la política se banalice, también estas discusiones se van a banalizar (…). Se está mirando al público, a las encuestas, a lo que va a decir este o el otro, a ver qué ventaja obtengo a corto plazo (…). Le he oído a gente decir ‘por ningún motivo voy a correr el riesgo», así de simple, y eso es porque en vez de discutirse los méritos académicos, se va a discutir cualquier cosa”.
El cuoteo es malo, de eso no cabe duda, pero ¿qué podemos hacer para que no lo haya? Sería peor que porque no hubiera cuoteo, lo designara un solo organismo, tiene que haber sistemas en que intervengan diversas autoridades, personeros, organismos, aunque eso va a llevar necesariamente a que haya una cierta dosis de política (…), es propio del ser humano y tienen que ponerse de acuerdo, así funciona.
“Una manera de disminuirlo sería ampliar el conjunto de autoridades que intervienen, porque si se deja solo en el Poder Ejecutivo y en el Senado, que es lo que hay hoy, se está ultrapolitizando, porque son dos órganos completamente políticos, pero si se le pusiera un ingrediente más, disminuiría”.
Un debate álgido al interior del Colegio fue la inclusión de una norma de paridad en las elecciones de 2019 que se replicaría en dos procesos más, pero que se ha ido renovando. Aunque en un principio esta decisión de la mayoría tensionó fuertemente al Consejo, hoy las relaciones están recompuestas, dice el nuevo presidente, “hay buen ánimo de conversar y ponerse de acuerdo”.
“La paridad de entrada es muy buena, eso hay que mantenerlo”, comenta, aunque precisa que con “la de salida, tengo mis dudas, porque es una distorsión y en eso siempre cito a Jorge Correa, quien era consejero cuando se aprobó eso, que dijo ‘estamos metiendo la mano en la urna». Con todo, creo que ha sido virtuoso porque ha atraído a más mujeres (…), hoy día hay más mujeres interesadas en ser consejeras”.
Esa es una tarea pendiente, no nos vamos a olvidar, y hay que buscar algún mecanismo, pero transitorio. Una vez que el techo de cristal desaparezca, estableciendo un plazo para ello, tenemos que volver a las reglas de la democracia normal.
“Hay que mantener las normas para que estén representadas la mayoría y la minoría en las proporciones que correspondan, pero tienen que estar representados todos (…), pero ya cuando tienes iguales y dentro de los iguales empiezas a discriminar entre hombres y mujeres, no tiene sentido”.
No debo pronunciarme porque puedo tener que integrar el tribunal ético, pero lo que sí puedo decir, no refiriéndome a este caso, es que si un abogado le dice a su cliente ‘dame plata para comprar a un funcionario», eso es contrario a la ética, no cabe la menor duda. Además de que puede ser, y probablemente lo sea, un delito, es contrario a la ética”.
El secreto profesional protege al cliente, no al abogado, por lo tanto, todo lo que el abogado le oye al cliente queda sujeto al secreto profesional, pero el abogado no es un lugar para esconder evidencia (…). El abogado que participa de un delito no tiene ningún secreto profesional”.
“Que un abogado aparezca públicamente promoviendo que para la mejor defensa de su cliente va a violar la ley y se va a comportar de un modo antiético lesiona a toda la profesión”.
Otro debate ético que involucra a los abogados es el de la relación de los magistrados con las redes sociales. En este sentido, el nuevo presidente del Colegio es categórico: “Solamente tienen que hablar a través de sus sentencias, no es bueno que los jueces se transformen en entes político ni comunicacionales”.
El problema de un juez que está pregonando algo es que puede prejuzgar y eso lo inhabilita, y si no se inhabilita puede estar cometiendo una falta legal, no solo ética.
“No es bueno que un magistrado tenga, a mi parecer, una opinión política pública, porque su labor tiene que ser siempre imparcial y, por lo tanto, un juez que tiene una postura pública política está arriesgando su imparcialidad”.
Junto con la paridad, un debate que cada cierto tiempo se reactiva al interior del gremio es si se debiera promover la colegiatura obligatoria entre los profesionales del Derecho.
Vergara reconoce que con el tiempo, sus opiniones en este tema han cambiado: “Años atrás yo decía ‘por ningún motivo», pero cuando empecé a ejercer de consejero y empecé a comprobar desde adentro que abogados que no tienen ningún control pueden causar grave daño, cambié de opinión”.
“Todo abogado debiera poder ejercer libremente, pero el problema es que esta profesión nos da un privilegio, un derecho exclusivo de demandar judicialmente a otras personas, de representar en juicio a otros y, por lo tanto, es un poder que mal ejercido es muy peligroso. Si un abogado empieza a actuar ilegítimamente, puede causar gran daño”, agrega.
La creo necesaria hoy día. Desgraciadamente la posibilidad de que los abogados ejerzan en absoluto libertinaje es pésima y con 5 mil abogados que están jurando al año las posibilidades de que la ética empiece a sufrir bastantes encontrones es muy grande (…). Tiene que haber un órgano rector que controle la ética y al cual los abogados deban pertenecer.
Fuente: El Mercurio