Mediante el Decreto Nº 109 del mes de julio de 2022 del MOP, se declaró zona de escases hídrica en la Región de Coquimbo, por un periodo de un año. Dicho acto administrativo tenía por objeto reducir al mínimo los daños generales derivados de la sequía, especialmente para garantizar el consumo humano, saneamiento o el uso doméstico de subsistencia, y habilitó a la DGA a que, en virtud del inciso 2º del artículo 5 bis del Código de Aguas, exigiera a las juntas de vigilancia la presentación de acuerdos de redistribución, que aseguren disponibilidad para todos los usuarios de la cuenca.
Un año después, el mencionado Decreto N° 109 fue prorrogado, mediante el Decreto Nº 123, de 2023 del MOP, el que se funda en dos circunstancias alarmantes: (i) La constatación de una disminución de más del 50% de la capacidad de extracción en las obras de captación de aguas subterráneas dedicadas al abastecimiento de agua potable y saneamiento de sectores rurales, y (ii) Una merma en la actividad frutícola que en la temporada 2022-2023 alcanzó un rendimiento entre un 40% y un 65%, generándose una restricción al consumo humano y pérdidas por cultivos que afectan gravemente la economía local.
A su turno, las consecuencias de la sequía en el ámbito sanitario también se dejan ver. Recientes datos dan cuenta de aumentos en brotes por enfermedades gastrointestinales, respiratorias y otras de carácter infeccioso, lo que se relaciona estrechamente con la calidad y disponibilidad del recurso. A mayor abundamiento, en el mes de enero de 2024, se han notificado brotes ETA (enfermedades transmitidas por alimentos), que alcanzan un tercio de todo lo notificado el año 2023. Como consecuencia de lo anterior, mediante la Resolución Exenta Nº 5440 de 2024, de la SEREMI de Salud de Coquimbo, se declaró a dicha región como zona de riesgo sanitario.
Los anuncios del Gobierno para combatir los efectos de la sequía en la Región de Coquimbo, sin perjuicio de tratarse de obras relevantes y esperadas, como la instalación de una planta desaladora en la región, la apertura de más pozos de agua dulce para consumo humano y la instalación de plantas de tratamiento de aguas servidas para riego, no dan cuenta de un mayor análisis de las razones que originan el problema suscitado.
Sobre este último punto: ¿Cuáles son las causas de la sequía de la Región de Coquimbo?, veamos. Consultada la prensa a nivel local y nacional, es posible constatar que la sequía se atribuye a la “falta de precipitaciones” y al “Cambio Climático”. Pero, llama la atención que más allá de la expresa alusión a dichos fenómenos, ninguna de las noticias revisadas ofrece datos que permitan sustentarla (y vaya
que revisé bastante prensa).
Conviene preguntarse entonces ¿Qué dice la ciencia al respecto? Un grupo interdisciplinario de científicos de UNESCO, decidieron estudiar las causas de la sequía que afecta a la cuarta región, llegando a publicar sus resultados en la prestigiosa revista Sustainability durante el año 2022, bajo el título: “Climate Change and Overuse: Water Resource Challenges during Economic Growth in Coquimbo, Chile”. Las conclusiones son muy claras, y apuntan como la causa del problema al sobreconsumo.
El estudio mencionado, revisó datos proporcionados por la DGA, desde 1984 hasta 2018, y concluyó, -en síntesis- lo siguiente: (i) Si bien las precipitaciones presentan una disminución en el periodo analizado, estas caídas no son significativas, por lo que la menor oferta en caudales medios y máximos debe asociarse a otras causales; (ii) En lo que se refiere a la demanda de agua subterránea para el riego, esta ha aumentado sostenidamente en el tiempo, alcanzando la paridad entre el uso de recursos de agua superficial y subterránea, (iii) Aunque la lluvia muestra un declive en el periodo revisado, estas caídas no son significativas, no pudiendo atribuirse la disminución de los caudales medios y máximos directamente a factores climáticos, y (iv) Pudo verificarse que durante los años analizados, actividades económicas demandantes de enormes cantidades de agua, como la minería y la agricultura, crecieron fuertemente. Ello implica que es probable que estas sean las principales causas del sobreconsumo, y, en consecuencia, de la disminución del suministro.
Así las cosas, hablar de eventuales respuestas a la sequía impone un desafío previo: ser capaces de mirar con honestidad el problema, a fin de lograr comprender su multidisciplinaria dificultad, y de avanzar en alternativas de solución con estándares de sustentabilidad que comprometan no solo la realización de obras por parte del Estado, sino que también consideren los esfuerzos de los sectores productivos implicados, y en general, de la comunidad toda.
Por supuesto, el análisis del problema aludido en estas líneas excede la capacidad de esta columna de opinión. La sequía constituye un problema social que genera mayores niveles de enfermedad, de cesantía, y por lo tanto de pobreza, que disminuye la calidad de vida de los sectores rurales y urbanos asociados, y está altamente estudiado que impacta de forma especial y diferenciada a mujeres y niños. Justamente por la complejidad del asunto, es que esta columna no tiene otra pretensión que ser una provocación.
Me consta que la comunidad a la que se dirigen estas palabras es hondamente heterogénea, está compuesta de representantes y miembros del mundo público y privado, y de distintos actores que son relevantes en algunos ámbitos afectados o relacionados con la sequía de la cuarta región. Justamente por lo anterior, las reflexiones que de aquí puedan surgir, son en sí mismas muy valiosas. Si a ello se suma la (más honesta posible) consideración de los antecedentes científicos, y la erradicación de toda caricatura que limite la comprensión de los puntos de vista, quizás exista aquí un punto de partida para aportar al debate y a la acción, y para, en definitiva, evitar que en un tris acabemos caminando sobre tierra seca.
María Paz Ahumada Chacón
ALUMNI MDA