Señor Director:
Se ha anunciado la demolición de la «Casa de Italia», uno de los últimos palacios viñamarinos del ele Viana-Álvarez. La autorización ha sido dada por la Dirección de Obras Municipales, y en su lugar se construirán dos edificios de 22 pisos.
Resulta sorprendente que en nuestro país la destrucción de la belleza arquitectónica y de las señas de identidad de nuestras ciudades corra por cuenta no de los bárbaros, si no de lus municipios.
Durante décadas, en distintas comunas del país, han ido cayendo una a una joyas arquitectónicas de diversos orígenes. estilos y tamaños, sin que nadie las proteja de la voracidad inmobiliarias, como si la libertad económica no tuviese relación con aquel aspecto del bien común que es el patrimonio histórico.
La destrucción es absurda incluso desde el punto de vista de los ingresos públicos y privados. El turismo moderno es constantemente atraído por el patrimonio histórico de las ciudades, principal testigo de la contribución de un país a la civilización universal, como asevera, por ejemplo, la Ley 16/1985 del Patrimonio Histórico español. Nuestra legislación al respecto es de un atraso inexcusable, pues permite a los poderes públicos desentenderse de la obligación fundamental de proteger y enriquecer aquellos bienes que son susceptibles de integrar dicho patrimonio.
Julio Alvear Téllez
Centro de Justicia Constitucional
Universidad del Desarrollo