Columna de Opinión de Bárbara Ivanschitz, Directora de Carrera de la Facultad de Derecho, sede Concepción. Publicada el viernes 20 de marzo 2020 en el sitio web Sabes.cl.
Hasta hace un par de días atrás veíamos constantemente en redes sociales y espacios públicos consignas como Asamblea Constituyente, Nueva Constitución, No Más AFP, Educación Gratuita y Universal, entre otras. Hoy en cambio, el “Quédate en casa, por mí, por ti y por todos” se ha tomado la primera línea de nuestras redes.
Y es que el coronavirus ha ido desplazando aquellos temas que hasta hace un par de días atrás copaban la agenda pública y política, llegando a plantearse la necesidad de postergar el plebiscito de abril e incluso algunas acusaciones constitucionales.
Esta pandemia nos ha mostrado lo vulnerables que somos, pero lamentablemente ha revelado también, nuestra escasa consciencia y responsabilidad social frente a este tipo de contingencias.
Así, ante a la inminente y masiva propagación del COVID-19, hemos sido testigos de cómo muchos particulares han acaparado productos de higiene y farmacológicos evidenciando una actitud individualista, egoísta e incluso imprudente, al no restarse de asistir a lugares públicos o de evitar viajar en bus o avión, pese a la sospecha de ser portadores de la enfermedad, demostrando con ello un desprecio evidente a la vida y salud de los demás.
Conductas como estas no debieran causar sorpresa si durante tantos años el discurso se ha centrado exclusivamente en la promoción y protección de los derechos humanos olvidando la necesidad de educar también en los correlativos deberes.
En materia de educación, por ejemplo, los movimientos estudiantiles han exigido avanzar hacia una educación de calidad y gratuita, como presupuesto necesario para hacer efectivo el derecho respectivo. Sin embargo, nadie habla del correlativo deber de estudiar. Es más, nuestras plazas y parques, colmadas de estudiantes secundarios haciendo vida social en horario de clases, parecieran demostrar que exigen mucho, pero cumplen poco.
Con posterioridad a las revoluciones del siglo 18, a las dos grandes guerras mundiales y al retorno a las democracias terminados los gobiernos autoritarios, se han adoptado y celebrado una serie de instrumentos internacionales sobre derechos humanos, pero son pocos los textos que se refieren a los deberes de las personas. Podemos citar, a manera de ejemplo, la Declaración Americana Derechos y Deberes del Hombre y el Pacto de San José de Costa Rica, que establecen que toda persona tiene deberes para con la familia, la comunidad y la humanidad.
Por su parte, la Declaración de Responsabilidades y Deberes Humanos señala que el descuido de las responsabilidades humanas puede conducir al desorden y al caos y que por ello se debe enseñar y promover la conciencia y la aceptación de estas responsabilidades por el mundo entero, agregando que los miembros de la comunidad mundial tienen deberes y responsabilidades, tanto colectivos como individuales, de tomar las medidas adecuadas para proteger el derecho a la vida de todo miembro de la familia humana.
Ante la incapacidad evidente de los Estados de dar efectiva protección a la salud de las personas y evitar la propagación de esta pandemia, se torna imperativo que los particulares tomemos acciones directas de autocuidado y cuidado de los demás, adquiriendo consciencia de que el disfrute efectivo y la puesta en práctica de los derechos humanos y de las libertades fundamentales están vinculados irrenunciablemente a la asunción de los deberes y responsabilidades implícitos en tales derechos.