Nueva Carta al director publicada este martes 28 de septiembre por Sergio Verdugo, Director del Centro de Justicia Constitucional de Derecho UDD, en el medio de comunicación El Mercurio.
Señor Director:
El profesor Renato Cristi y yo estamos de acuerdo en que las categorías de reforma y revolución (relacionadas con las ideas de poder constituyente derivado y originario respectivamente) son contradictorias. También coincidimos en que el esfuerzo por buscar acuerdos que permitan superar la contradicción entre ambas categorías es loable. No obstante, mientras yo sostengo que las categorías ofrecidas por la teoría del poder constituyente son innecesarias e insuficientes para explicar el proceso chileno e identificar sus objetivos, él cree que no siempre es deseable abandonar dicha teoría.
Mi propósito es encontrar un marco analítico que permita reconocer los diversos intereses en juego y evitar el falso dilema entre ruptura y continuidad en un contexto democrático. Cristi rechaza la existencia del falso dilema citando ejemplos en que la categoría de poder originario se aplicaría de manera relativamente clara, incluyendo las visiones de Sieyès y Schmitt. Sin perjuicio de que tengo matices sobre esto (por ejemplo, a diferencia de Schmitt, Sieyès elaboró la idea del poder constituyente como alternativa a la idea de la soberanía popular buscando limitar el poder del pueblo), creo que el caso del Chile actual se parece más a las experiencias que Andrew Arato describe como post-soberanas.
Un marco de análisis adecuado para Chile debe considerar la existencia de instituciones democráticas funcionando, identificar los factores que explican el éxito de los procesos constituyentes (como la inclusión y los pactos de élite), aceptar la heterogeneidad de los intereses que están presentes en el proceso, y reconocer que las fuentes de legitimidad son diversas y complementarias. Lamentablemente, la teoría del poder constituyente (y sus categorías binarias) está lejos de proporcionar un marco que logre capturar estos elementos. Por el contrario, dicha teoría ha servido para agudizar el falso dilema asumiendo que la voluntad política detrás del proceso es unitaria y estable, en circunstancias que la necesidad de acuerdos requiere el reconocimiento de posturas rivales que buscan un espacio de encuentro común con pragmatismo.
*Sergio Verdugo Director Centro de Justicia Constitucional UDD