Carta al Director publicada el sábado 30 de mayo en El Mercurio por Ximena Marcazzolo, Profesora Investigadora del Centro de Derecho Regulatorio y Empresa de la Facultad de Derecho de la Universidad del Desarrollo, junto a Diego Palomo, Priscila Machado, Jordi Delgado, Sophia Romero y Humberto Alarcón.
Señor Director:
Toda obra humana es perfectible. Eso vaya por delante. Pero a pesar de todas las advertencias de expertos en la materia se han perdido oportunidades de hacer mejor las cosas, especialmente en una institución como el Ministerio Público, que ha estado en la mira de la ciudadanía por diversas causas. Y, aunque sea una perogrullada, siempre se pueden hacer mejor las cosas. De modo tal que sirvan para lograr superar realmente la insatisfacción de la ciudadanía o, al menos, para no empeorar las cosas y concretar una reformatio in peius.
Esperábamos, en esta materia, unas propuestas de mejor calidad técnica y práctica y no una que puede terminar causando perjuicios extraordinarios, que recogidos en la Constitución no logren ser superados en muchos años.
Los convencionales debiesen obrar con un estándar regido por la prudencia. La última propuesta en materia del nuevo diseño del Ministerio Público es un ejemplo de manual de gatopardismo (con la fórmula intermedia adoptada, que aparenta cambios a la primera, dejando todo prácticamente igual). Peor aún, pareciera que algunos estuviesen viviendo una guerra o un juego. Y esto no es ni una guerra ni un juego.
Lo que liga con el diseño de un Ministerio Público dirigido por un órgano colegiado (Consejo Superior) y una figura unipersonal (fiscal nacional repuesto en la fórmula intermedia bastante poco clara); el riesgo de politizar la institución por las formas de designación; el riesgo de la cooptación gremial, y para la propia autonomía del Ministerio Público; el problema de control respecto de este Consejo Superior y sus miembros ante situaciones que lo ameriten, entre otras ideas que podrían citarse, las que no dejan indiferente.
En definitiva, hacemos votos por que se impongan los criterios de conveniencia, utilidad, posibilidad, racionalidad y, sobre todo, para no terminar con una reforma que nos haga retroceder en la persecución penal, consolidando los males que hoy urge abordar, muy en serio, sin pirotecnia, y sí con técnica.