Columna de Opinión publicada en El Líbero este viernes 20 de agosto por Francisca Labbé, profesora investigadora del Centro de Derecho Regulatorio y Empresa de la Facultad de Derecho UDD, sobre los cambios económicos en la redacción de la nueva Constitución.
El significado de las palabras es importante, tanto para entender mejor lo que otros quieren decir, como para expresar nuestras ideas. En un mundo gobernado por la inmediatez de las redes sociales, la mayoría de las personas no presta atención a lo que lee, escucha, dice o escribe. Lo que puede ser insensato la mayor parte del tiempo, es muy preocupante cuando en Chile se debate el proyecto de nueva Constitución.
Estado plurinacional, República, cambios estructurales. ¿Qué tienen en común estas voces? Para empezar, que están de moda. Pero más allá de eso, se asemejan al ser conceptos que la gran mayoría de las personas cree saber qué significan en un contexto determinado, cuando, en realidad, representan una cosa distinta.
Dejemos los conceptos de República y Estado plurinacional a los más entendidos en estas materias, y hablemos de cambios estructurales en materia constitucional económica. Para algunos, el país sin duda los requiere. Lo anterior significaría que debemos entrar a nuevos sectores de la economía (abrir nuestra matriz productiva y llevarla a un nivel más elaborado), para así alcanzar el desarrollo y avanzar hacia una economía más compleja.
Este enfoque es, sin duda, muy valioso. Los datos muestran que los países que han conquistado este tipo de economías han logrado, entre otras cosas, crear sociedades menos desiguales, en donde existe un trabajo coordinado entre Estado y empresarios.
Sin embargo, hoy existe una enorme desconfianza en algunos sectores de la población, que ven con malos ojos las fuerzas refundacionales. Aunque no estemos de acuerdo, es importante reconocer que el temor es válido: si vamos a la raíz de la voz “cambios estructurales en materia económica”, lo primero que viene a la mente son los estructuralistas de mediados del siglo XX, quienes culpaban al capitalismo de todos los problemas de Latinoamérica, y cuyo origen se remonta al marxismo, en donde la libertad individual se encuentra fuertemente coartada, cuando no anulada.
Entonces, ¿al decir “cambios estructurales” estamos avanzando por una senda marxista? Sinceramente, espero que no. No obstante, el texto constitucional debe reflejar con claridad el camino que está siguiendo. Puesto que, si en pro de la dignidad, modificamos la matriz productiva, damos más atribuciones al Estado, eliminamos el carácter técnico y/o la autonomía del Banco Central, ponemos la propiedad común y la pública por sobre la privada, aumentamos los impuestos a niveles confiscatorios, eliminamos las garantías constitucionales en materia de expropiación, abandonamos cualquier ideal de regla fiscal equilibrada, entre otras cosas, estamos dando la bienvenida a un sistema económico de corte marxista, a pesar de que la gran mayoría del país lo rechaza.
Por ello, a mi juicio hoy como sociedad, estamos frente a un gran desafío, el que es más bien emocional que económico: tenemos que dejar de atacarnos o sentirnos atacados; de mirarnos como ángeles o demonios; de buscar culpables en vez de soluciones. Es necesario aceptar que tenemos un pasado, y mirar hacia adelante. Para ello, la Convención Constitucional debe ser un ejemplo de integración e inclusión. Solo así todos podremos confiar en que el resultado de su deliberación será la primera piedra de la nueva estructura de Chile.