En un contexto internacional donde la crisis ecológica y el desarrollo sostenible se han consolidado como consensos globales, China ha construido, a lo largo de más de cuatro décadas, un sistema de gobernanza ambiental con características institucionales distintivas. Como gran país en desarrollo que ha atravesado un acelerado proceso de industrialización, su experiencia constituye un caso de estudio relevante para analizar modelos de gobernanza ambiental fuertemente dirigidos por el Estado.
El eje central de la política ambiental contemporánea china es el objetivo de “pico de carbono y neutralidad de carbono”, que establece alcanzar el máximo nivel de emisiones antes de 2030 y lograr la neutralidad de carbono antes de 2060. Este compromiso, incorporado en los planes quinquenales nacionales, articula transformaciones en la matriz energética, incentivos a la innovación tecnológica y el fortalecimiento de mecanismos de mercado. En este marco, el sistema nacional de comercio de derechos de emisión (ETS), implementado en 2021, se ha convertido en el mercado de carbono con mayor cobertura del mundo.
En materia de implementación, China se apoya en una estructura institucional altamente centralizada que garantiza la eficacia de las políticas. Destaca el sistema de inspección ambiental central, que refuerza la responsabilidad de los gobiernos locales mediante mecanismos de supervisión y rendición de cuentas. A ello se suman políticas estructurales como el “doble control del consumo energético”, orientado a reducir la dependencia de combustibles fósiles y promover las energías renovables; la estrategia de “China Hermosa”, que eleva la protección ecológica a un principio rector del desarrollo nacional; y la iniciativa de “ciudades sin residuos”, que impulsa la economía circular y la eficiencia en el uso de los recursos.
No obstante, persisten desafíos relevantes: disparidades territoriales en la aplicación de las políticas, señales de precio insuficientes en el mercado de carbono debido a la alta proporción de asignaciones gratuitas, barreras técnicas y financieras que afectan a las pequeñas y medianas empresas, y limitaciones en materia de transparencia y participación pública.
En síntesis, la política ambiental china combina una visión estratégica de largo plazo con una sólida capacidad de ejecución institucional, ofreciendo un modelo de transición ecológica liderado por el Estado. Para países como Chile y otras naciones latinoamericanas, esta experiencia constituye una referencia valiosa para reflexionar sobre cómo compatibilizar desarrollo económico y protección ambiental en un escenario global marcado por la creciente urgencia climática.
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Ning Yuan.