Columna de Opinión publicada este viernes 5 de noviembre por Francisca Labbé, profesora investigadora del Centro de Derecho Regulatorio y Empresa de la Facultad de Derecho de la UDD, en el medio de comunicación El Líbero.
Hace unos días, el candidato presidencial Gabriel Boric lanzó su programa de gobierno con cuatro ejes transversales (descentralización, feminismo, crisis climática y trabajo digno) y cuatro principales reformas estructurales (salud, pensiones, educación y reforma tributaria). Mientras tanto, Sebastián Depolo prometía al país inestabilidad, para hacer los cambios profundos que su candidato, el señor Boric, ofrecía.
¿Es posible combinar en un discurso las palabras cambios y estabilidad sin que lo que se dice sea contradictorio, cuando por su naturaleza, estos producen inestabilidad, y a más profundos, mayor inestabilidad? ¿No será, tal vez, que los vacilantes somos los votantes? Se supone que la gran mayoría del país se ubica al centro del pensamiento político y económico. Algunos más a la derecha, otros más a la izquierda. Pero siempre al centro. Sin embargo, los resultados electorales han venido reflejando otra cosa.
La verdad es que los chilenos llevamos un par de años entrando a las urnas, casi sin parar, y al elegir nuestras autoridades, hemos estado dando señales bastante confusas. Por una parte, elegimos un Presidente que proponía la vía institucional para avanzar en igualdad y justicia. Es decir, el país optó por la centroderecha para decidir el rumbo del país. Por otra parte, en la misma votación, elegimos un Parlamento dispuesto a frenar y deslegitimizar todas las propuestas del Presidente. Digamos que el Parlamento representa a la centroizquierda, y más aún, a la izquierda misma (si hasta los parlamentarios que fueron elegidos por votantes de derecha se suman a la izquierda cuando deciden los designios del país).
Luego, y al poco andar, votamos a favor de cambiar la Constitución, y unos meses después, elegimos a quienes estarían a cargo de redactarla. Los resultados mostraron un país ilusionado con ideas que nos parecían innovadoras. No obstante, aun cuando sabemos que no es posible reflejar todas y cada una de estas ideas en la nueva Constitución (salvo que esperemos que ésta sea un listado con más de 17 millones de puntos de vista diferentes, de manera de que nos sintamos realmente todos incluidos), no elegimos a los más capacitados para dialogar, sino todo lo contrario, permitimos que la Convención quedara marcada por una izquierda aún más radical.
Hoy, las encuestas dan por posibles contendores en una eventual segunda vuelta a los candidatos Boric y Kast. Cargado a la izquierda uno, a la derecha el otro. Uno propone cambios rápidos; el otro, avanzar lento pero constante (así se gana la carrera, le enseñó la tortuga a la liebre). Revolución v/s moderación. Pero digamos las cosas como son: no tenemos ninguna certeza de cuál puede ser el resultado de las elecciones del 21 de noviembre, en donde además de Presidente, debemos elegir el Parlamento que acompañará al Presidente.
Entonces, ¿podemos decir que Depolo está realmente equivocado al prometer inestabilidad? Me parece que solo está intentando seguir el pulso de los electores, los que venimos dando señales equívocas y comportándonos de manera bastante inestable. Lo cierto es que Apruebo Dignidad quiere cambios estructurales, por lo tanto, si logran llegar a la Presidencia y ser mayoría en el Parlamento, habremos elegido la inestabilidad que nos prometieron.
Si a pesar de que la gran mayoría de los chilenos nos digamos pertenecer al centro, la posición que parece ir liderando el resultado de las próximas elecciones es justo la menos moderada de todas: pretende hacer borrón y cuenta nueva, sin importarle toda la inestabilidad que pueda generarse.
Sin embargo, es posible hacer los cambios que el país necesita en pensiones, salud, educación, vivienda, etc., y generar con ellos mayor estabilidad. Para que esto ocurra, hay que renunciar a la violencia y aceptar la vía institucional. Hay que asumir que los mejores cambios son graduales porque permiten avanzar sin retroceder. Así las cosas, debemos cultivar la paciencia (¡ay no! ¡Pero qué difícil!). De lo contrario, la inestabilidad será siempre la consecuencia de los cambios estructurales.